El abuso de las vitaminas es un problema creciente en Estados Unidos. Algunos expertos comparan la compra de vitaminas con tirar el dinero por el inodoro; algo literal si se considera que el cuerpo excreta el exceso de vitaminas que recibe a través de la orina.
Esto no impide a los estadounidenses de gastar alrededor de veintiochomil millones de dólares al año en suplementos dietéticos, incluídas las vitaminas y los suplementos de hierbas. En algunos casos las personas pueden estar gastando dinero sólo para poner su salud en riesgo, bajo la premisa de que más es mejor. Un ejemplo de esto son los siguientes tres suplementos vitamínicos:
La vitamina E fue considerada alguna vez una herramienta prometedora para la prevención del cáncer. Incluso el Instituto Nacional del Cáncer había financiado un estudio en el año 2001 para probar esta teoría. En cambio, los resultados revelaron que los hombres que tomaron vitamina E habían sido diecisiete por ciento más propensos -y no menos- a desarrollar la enfermedad.
La vitamina A se encuentra en animales y en productos de origen vegetal, es importante para la salud de los huesos y el sistema inmune. Estos suplementos pueden ser importantes para las personas con ciertas condiciones que les impide la absorción de grasas; como la enfermedad de Crohn y los trastornos pancreáticos. No obstante la deficiencia de vitamina A es poco común, y en parte porque el nutriente puede llegar a acumularse hasta niveles tóxicos en el cuerpo cuando se ingiere en exceso, conduciendo a problemas graves del hígado, defectos congénitos y trastornos del sistema nervioso central.
La vitamina C se usa normalmente con la creencia de que ayuda a combatir infecciones. Para ingerirla existen tabletas masticables de sabores, y estas grandes dosis son parte del gabinete de muchas personas. La forma natural de la vitamina apoya la función del sistema inmune, acortando incluso el tiempo de los resfriados, sin embargo, no hay evidencia sólida de que su consumo pueda prevenir un resfriado por completo.
