En la enfermedad de Parkinson existen dos tipos de síntomas: los primarios y los secundarios. No todas las personas con la enfermedad experimentan todos los síntomas y su progresión es diferente de persona a persona. La mayoría de las personas que desarrollan este padecimiento son mayores de sesenta años, pero recientemente se han identificado más casos en hombres y mujeres jóvenes.
La mayoría de los síntomas de la enfermedad implican la interrupción de las funciones motoras (músculo y movimiento). Sin embargo, la falta de energía, el dolor, los cambios de humor y de memoria, también pueden ocurrir como parte de este mal.
Los síntomas principales de este padecimiento son el movimiento lento o bradicinesia, que consiste en la lentitud de los movimientos voluntarios, tales como levantarse, caminar o sentarse. Esto sucede debido al retraso de las señales que transmite el cerebro hacia los músculos. Eso tiene como consecuencia una dificultad para comenzar a caminar, pero en los casos más severos pueden causar ‘episodios de congelación’ una vez que el paciente ha comenzado a hacerlo.
Los temblores a menudo ocurren en las manos, dedos, antebrazo, pies, la boca o la barbilla. Por lo general, los temblores se producen cuando las extremidades están en reposo, a diferencia de cuando están en movimiento. La rigidez de los músculos, a menudo se presenta como un dolor muscular que aumenta durante el movimiento. El desequilibrio sucede debido a la pérdida de los reflejos que ayudan a la postura. Esto provoca inestabilidad, y en muchos casos caídas.
Los síntomas secundarios de la enfermedad de Parkinson son el estreñimiento, la dificultad para tragar, asfixia, tos, babeo, salivación o sudoración excesiva, y la pérdida del control sobre el intestino y/o la vejiga. También están la pérdida de capacidad intelectual, la ansiedad, la depresión el aislamiento, sequedad en la piel o el cuero cabelludo, lentitud de respuesta a las preguntas, y la presencia de una voz suave o susurrante.
