Hace más de cuatro mil años, la miel se utilizaba en la India como parte de la medicina tradicional ayurvédica, y se creía que era eficaz en el tratamiento de los desequilibrios materiales en el cuerpo.
En la época de los egipcios, la miel se usaba de manera tópica para tratar las heridas. De hecho, una serie de compuestos medicinales egipcios ya usaban la miel desde hace más de cinco mil años. Los antiguos griegos creían que el consumo de miel podía ayudarnos a vivir más tiempo. Incluso el Profeta Mohammed glorificaba el poder curativo de la miel. En el Corán también se elogia la capacidad de curación que tiene la miel.
A través de la historia y en la medicina moderna, las propiedades benéficas de la miel se han explorado, al grado en que hay suficiente evidencia para sugerir que muchas de estas afirmaciones históricas pueden tener algo de verdad.
La miel se compone de glucosa, fructosa y minerales tales como hierro, calcio, fosfato, cloruro de sodio, de potasio y de magnesio. También es bastante rica en vitaminas B1, B2, B3, B5 y B6. El ligero nivel de acidez en el pH de la miel es lo que ayuda a prevenir el crecimiento de bacterias, mientras que sus componentes antioxidantes limpian los radicales libres.
Es importante mencionar que las propiedades físicas de la miel varían dependiendo de la flora específica que se utiliza para producirla, así como su contenido de agua.
