Con frecuencia, los adultos mayores se enfrentan a situaciones emocionalmente estresantes que pueden afectar su salud mental, por ejemplo: la pérdida de la pareja. Al menos un tercio de las personas viudas, cumple con los criterios para padecer de depresión clínica un mes después de la muerte de su cónyuge. De estos, el cincuenta por ciento permanece clínicamente deprimido un año después.
Los problemas de salud más comunes en la vejez -como la enfermedad de Alzheimer, la enfermedad de Parkinson, las enfermedades cardíacas, el cáncer o la artritis- también pueden aumentar el riesgo de depresión, en la mayoría de edad.
En la edad avanzada, también ocurren cambios difíciles de asimilar, como la jubilación. Después de todo, el trabajo crea autoestima, ejercicio físico y mental, amistades y un sentido de pertenencia.
Está bien establecido que la falta de contacto social puede ser un factor de riesgo para la depresión. Ya que los adultos mayores que rara vez ven a sus amigos o familiares, son casi dos veces más propensos a desarrollar depresión. Este riesgo es independiente de la frecuencia con la que tienen contacto telefónico o por escrito.
Ahora bien, el riesgo de padecer depresión en la vejez, no depende únicamente de cambios en el estilo de vida; las personas que tienen familiares directos con depresión, pueden estar en mayor riesgo de desarrollar la enfermedad.
